lunes, 23 de agosto de 2010

El oficio (literario) de Kafka 23-agosto-2010.

Lunes 23 de octubre, 2010.

¿Por qué Kafka en un blog de literatura? Porque el mundo de las letras es, de suyo, un absurdo cotidiano. La literatura es el reino de las contradicciones. Y más cuando realidad y ficción se pierden en la bruma de los temas. A diferencia del pesimismo creativo de Albert Camus, el absurdo en Kafka es… divertido. ¿Existe algo más absurdo que un hombre amanezca convertido en una cucaracha, que habla y piensa y que el autor logre convencer al lector que todo es cierto? ¿O que el mundo absurdo judicial logre reflejar la cotidianeidad judicial hasta convertirla en un mundo lleno de contradicciones? A ese Kafka se dedican estas notas.

El domingo, en su artículo en El País, Mario Vargas Llosa nos regresa al mundo del holocausto judío que parece inacabable. E inabarcable. El peruano-español cuenta su lectura del libro Suite Francesa, de la Irene Nemirovsky (1903-1942), una rusa judía que huyó en plena Revolución Rusa. Vargas Losa queda entusiasmada de la lectura de la novela, por cierto inconclusa. Terminada en 1942, antes de ser detenida por los nazis en una Francia no sólo ocupada por Hitler sino los franceses soltando lo peor de sí mismos como cancerberos del nazismo, logró escribirla de un tirón, en cuadernos con letra menuda, en francés perfecto. Irene no permaneció mucho tiempo detenida porque fue asesinada en el campo del Auschwitz, ese terrible campo que ilustró la parte criminal del nazismo. Sus hijas tuvieron que huir apenas horas antes de que llegara la policía. Y se llevaron con ellas una maleta con recuerdos y escritos de su madre. El texto de la novela quedó en la familia muchos años, hasta que fue entregado para su publicación apenas en 2004. Su publicación causó sensación y logró reactivar la lectura de esta autora. El libro se une a la larga lista de autores del horror de los campos de concentración de Hitler, sobre todo mis preferidos: Primo Levi y su prosa limpia y a veces ingenua pero igualmente certera en sus revelaciones, el español-francés Jorge Semprún --para mí el más cercano--, Roth. Todos con la intención de escribir para no olvidar. O mejor dicho, siguiendo un recuento de Imre Kertesz, para que se supiera lo ocurrido, Cuenta Kertesz el comentario de un profesor preso con él en un campo de concentración nazi: “¿qué se dirá de nosotros si ganan los alemanes?” Apenas compré el libro. En dos días terminó La casa de la alegría, de Edith Wharton, y para el fin de semana haré un resumen de Suite Francesa.

El libro de Wharton me obsesionó hace algunos meses. Vi en televisión la película La casa de la alegría y comencé a rastrear la autoría de la novela. Ya había visto --no leído-- la película La edad de la inocencia, dirigida por Martin Scorsese, pero nada había leído de la autora. Sus libros, lamentablemente, no se consiguen. Apenas encontré en una librería de libros usados La edad de la inocencia. Pero el argumento de La casa de la alegría me había gustado más por su tono irónico. Pude conseguir un ejemplar en la biblioteca de la UNAM y leí de una sentada más de un tercio. En las noches, con la complicidad de la tranquilidad de la noche, he seguido las aventuras de Lily Bart. Por cierto, hubo otro elemento adicional. El nombre de Lily. He comenzado a escribir algunas notas en torno al nombre de Lily. Tengo una amiga que se llama así. Pero el nombre me intrigó cuando comencé mis lecturas febriles de la literatura de vampiros. Lily o Lilith fue la primera esposa de Adán y se le acredita la negra historia de violar a los hombres en sus sueños para robarles el jugo de las semillas nocturnas para sembrar los ovarios de obras mujeres. Buena parte del origen de los vampiros proviene de Lily. Inclusive, Primo Levi tiene un cuento titulado justamente Lilith y ahí narra parte de la historia.

Así pues, encontré parecidos a la historia de Lily Bart con Lilith: una mala suerte con los hombres, una belleza inusual --bien lograda en la película con Gillian Andersen, la Dana Scully de los Expedientes X-- y condenada por la adversidad. El tiempo literario de la novela de Wharton se puede localizar Nueva York a principios del siglo XX. Con un control sobre la historia y un perfil de los personajes, Wharton consigue ilustrar esa etapa de los EU post monárquicos, quizá la mejor etapa de las prácticas de una Corte inexistente.

Y hubo otra asociación. Hace un par de semanas terminé el libro El valle de las muñecas, de Jacqueline Susan. En alguna revista leí una referencia a ella. Recuerdo haber leído la novela allá por finales de los setenta, cuando comencé mi fiebre de lecturas. Y luego vi la película. Dos experiencias maravillosas. La novela es un latigazo en el rostro de la hipocresía del mundo del espectáculo en Hollywood. El estilo de Susan me trajo cierto aire de Wharton, aunque la primera más descarnada. En alguna parte leí que la editorial le había pedido a Susan cambiar algunas partes, sobre todo de referencia sexual, porque libros de grandes tiradas en editoriales consideradas serias exigía dejar a un lado esos temas. Corría el año de 1966. Susan se negó y el libro fue un éxito. Las muñecas eran las píldoras que ingerían como tranquilizantes las actriuces para todo: verse bellas, no engordar, dormir. Por cierto, Susan nunca fue consideraba una escritora seria. Dos intelectuales estadunidenses se burlaron de ella: Gore Vidal y Norman Mailer. Pero vistas las cosas, El valle de las muñecas llegó a vender más de treinta millones de ejemplares, cifra que ninguno de los dos, Vidal o Mailer, lograron. Es posible que A sangre fría, de Capote, pueda acercarse en algún momento a la novela de Susan, pero sin poder rebasarla. La novela la encontré en una librería de viejo pero pude conseguir una nueva edición, más limpia, en España.

El fin de semana me percaté que ya está en exhibición la película Los hombres que no aman a las mujeres, basada en el primer tomo de la trilogía Millenium del escritor sueco Stieg Larsson. Debo confesar que la novela me atrapó y leí los tres tomos sin interrupciones. Se trata de novelas de género policiaco, pero con una personalidad dominante en las tres, Liz Salander, una investigadora experta en computación y con fama de hacker. No voy a ver la película sino hasta que salga en DVD. Me dejó muy buen sabor la trilogía como para echar a perder el gusto con películas que sacrifican más de lo que pueden ofrecer. Tengo muchas objeciones literarias sobre las novelas, pero a pesar de ser algunas muy serias no demeritan el tono de la obra sinfónica de la trilogía. Estas novelas son de recomendación sin dudas.

Lamentablemente para Larsson, sus novelas tienen el mal fario del escándalo. Murió al terminar el tercer tomo y nunca pudo ver las obras publicadas. Era intenso, fumaba mucho y tomaba café en exceso. Un día llegó a la redacción de su revista y murió. Su muerte prematura, apenas en los cincuenta años, desató una disputa por la herencia entre su familia que no comprendió nunca al escritor y periodista y su compañera que lo cuidó hasta el final y, dice la leyenda urbana, fue clave en la revisión y corrección de las novelas. Ahora han anunciado libros sobre la carrera periodística de Larssen, no con buenas intenciones. Sin embargo, lo que vale al final es la trilogía.

Sobre temas literarios-No literarios, también releí El caso Moro, del autor favorito Leonardo Sciascia, uno de los maestros del relato de temas judiciales-policiacos. Y volví a él por parecidos que encontré en el secuestro de Aldo Moro, en 1878, y el de Diego Fernández de Cevallos. Estoy preparando notas para una columna y algún ensayo para más adelante. Sciascia logró relacionar lo policiaco con el mundo judicial de los jueces y la mafia. Por tanto, de lectura indispensable para entender el corto plazo mexicano.

Por cierto, un canal de cable anuncia para el jueves la película Daphne, sobre los años tortuosos en Nueva York de la escritora Daphne du Maurier, autora de la célebre novela Rebaca que inmortalizó Alfred Hitchcock en 1940. Nacida en Gran Bretaña, vivió un tiempo en Nueva York. Y fueron años tortuosos por la doble vida: como madre de familia y mujer apasionada enamorada de un par de mujeres. No tengo ahora mismo el canal ni la hora, pero estoy seguro de que pasará el jueves. Voy a estar pendiente y consignaré mañana o pasado los datos exactos.

Mientras tanto, tengo que cortar estas notas kafkianas porque acaba de comenzar la película Una noche en la ópera con los geniales Hermanos Marx y no quiero perderme ningún chiste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario