jueves, 3 de noviembre de 2011

3-noviembre-2011, Jueves.

INDICADOR POLITICO




+ PRI-CSG: retorno de los brujos

+ A restaurar las supermayorías



Carlos Ramírez



Las razones del fracaso de cualquier reforma política en la cámara de diputados tiene que ver con el modelo de restauración priísta que prepara el PRI de Enrique Peña Nieto: el regreso al sistema presidencialista estilo Carlos Salinas de 1991, dominador del legislativo.

Hay algunos indicios que exhiben la puesta en marcha del proceso aún  antes de saber los resultados electorales del 2012:

1.- El freno a cualquier iniciativa de reforma política en la cámara que amplíe la redistribución del poder con la oposición y cualquier iniciativa para abrir la participación a la sociedad. Por eso el fracaso de las iniciativas de reforma política del presidente Calderón y del senador priista Manlio Fabio Beltrones.

2.- La iniciativa del grupo legislativo del PRI de Peña Nieto de reformas que tiendan a disminuir la presencia de la oposición vía plurinominales y ampliar el dominio priísta para regresar al esquema en el que el PRI no sólo podía tener la mayoría absoluta de 51% sino inclusive la mayoría calificada de 64% para modificar por sí solo la Constitución. El sentido de la reforma Peña Nieto es el de regresar al modelo de las supermayorías que el pluripartidismo y el sistema de partidos liquidó para quitarle la hegemonía al PRI.

3.- El regreso del sistema neocorporativo como eje de fuerza del sistema presidencialista reloaded --el control social vía organismos de élite sectorial como empresarios, sindicatos y organizaciones de clase media-- con el simbolismo de la alianza del PRI de Peña Nieto con la poderosa estructura corporativa del SNTE de la señora Elba Esther Gordillo. Con este neocorporativismo se reconstruiría de nueva cuenta el PRI de las élites dominantes, a costa de los intereses de las bases de trabajadores. El corporativismo en el PRI nació con el general Lázaro Cárdenas para organizar a las masas en la defensa del proyecto revolucionario, pero el PRI lo convirtió en un modelo de dominación de las masas vía líderes venales simbolizados por Fidel Velázquez; hoy la señora Gordillo se perfila como la Fidel Velázquez del priísmo de Peña Nieto.

4.- El diseño del próximo programa de gobierno por Carlos Salinas de Gortari como una reactivación del proyecto neoliberal globalizador del periodo 1990-1993 que liquidó el modelo social de desarrollo, la planta productiva y el campo. Para poder implementar la segunda fase del neoliberalismo salinista, el próximo presidente de la república por parte del PRI tendría que tener una estructura de poder dominante de la sociedad; Salinas pudo imponer su programa por la restauración del autoritarismo desde la presidencia y por el control social y político del PRI. En este sentido, Salinas, por ejemplo, obligó al PRI a firmar la iniciativa de reforma al 130 constitucional para reconciliar al Estado con la Iglesia sin que la iglesia católica reconociera al Estado laico.

5.- El modelo de Salinas para el PRI 2012-2018 sería el del neoliberalismo-populista, es decir, la reforma del Estado en función del Consenso de Washington con el Pronasol y sus programas asistencialistas que sustituyeron la antigua política social del Estado priísta; en lugar de bienestar, el Pronasol de Salinas --en el que participaron, por ejemplo, el hoy lopezobradorista Rolando Cordera y el escritor Carlos Monsiváis-- le daba a los pobres letrinas y caminos --“Don Pepe, ya tenemos carretera”, sí pero yo no tengo coche--. Para esta nueva fase, el próximo presidente salido del PRI necesita un PRI y un congreso sometido al poder ejecutivo federal.

El principal problema de las propuestas del PRI de Peña Nieto se localiza en la imposibilidad de regresar a las supermayorías --51% y, si se puede, 64%-- para modificar leyes y la Constitución sin alianzas legislativas. Lo malo de este objetivo es que será difícil de construir una supermayoría en un sistema plural de partidos; en la votación de los tres consejeros del IFE el PRI quiso ganar la votación apelando a una supermayoría, pero la alianza PAN-PRD impidió el albazo que quería repetir el elbazo de 2003 cuando la señora Gordillo, entonces priísta, impuso a Luis Carlos Ugalde como consejero presidente. El PRI de 1929-1979 fue el de las supermayorías; la reforma política de López Portillo acotó esas supermayorías con la legalización del Partido Comunista Mexicano.

En la legislatura de 1964, ya con diputados de partido para las minorías, el PRI tenía el 83.3% de los votos de la Cámara y el 100% de las curules en el Senado. Por decisión del electorado constituido como sociedad participativa, el PRI tiene hoy en la cámara de diputados el 47.8% de los sillones, pero el PAN y el PRD suman 42%. Una supermayoría sólo puede construirse entre dos partidos dominantes. Y en el Senado, el PAN es la primera minoría con el 39% de las curules, el PRI la segunda con 25.7% y el PRD la tercera con el 18.7%.

Para construir una nueva supermayoría, el PRI tendría que reducir al PAN o al PRD a una votación legislativa de menos de 5% o reconstruir un México político anterior a la reforma constitucional de 1963 que permitió los diputados de partido en 1964 o reconstituir el modelo autoritario del Salinas que reestructuró al corporativismo para mantenerlo vigente pero con líderes sometidos a su poder político. La verdadera oposición en el país se consolidó en 1979 con los 18 diputados del PCM y los 43 del PAN.

La historia de las supermayorías del PRI es larga: en las elecciones de 1988 --las de Salinas-- el PRI bajó a 52.4% de los sillones en la Cámara, pero luego Salinas reconstruyó la supermayoría en 1991 y subió a 64% de los diputados priístas y en 1997 el PRI perdió las supermayorías con el 47.8% de los legisladores. Estos datos confirman que Salinas está detrás del proyecto de Peña Nieto de regresar a las supermayorías para gobernar sin oposición mayoritaria; Salinas sabe cómo porque para el 2012 se preparan unas elecciones priístas como las de 1991.

Ahí es donde se cocina el regreso de Salinas al poder: 1991 para el 2012.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Scherer vs. Octavio Paz

Julio Scherer vs. Octavio Paz



La dramática e inhumana ceremonia del adiós



Por Carlos Ramírez





I.- Octavio Paz: de rencores y parricidios



Aunque llegó a ser su adoración sentimental, intelectual, de pareja sin compromisos, de ideas y de imagen pública, Simone de Beauvoir ajustó cuentas con Jean Paul Sartre en 1981 con la publicación de La ceremonia del adiós, un libro de memorias sobre la dolorosa muerte del escritor. Pero no fue un texto humano sino de una crónica a veces impúdica de la agonía del filósofo, con referencias a la descomposición humana en las enfermedades menos controlables. Y aunque no hubo una explicación de las razones de ese libro, al final los dos fueron sepultados en una misma tumba en el cementerio parisino de Montparnasse.

¿Ajuste de cuentas personales, reclamo por haberse ido antes, compromiso de decirse siempre la verdad por doloroso que fuera? No hay, hasta ahora, datos para tener una idea de las razones de De Beauvoir para ese libro tan lleno de visiones hasta escatológicas de la agonía de Sartre. No era, por cierto, el primero en ese estilo de la escritora. A ella le tocó vivir la agonía y muerte de su madre y escribió un libro menos minucioso pero igual de doloroso ante la muerte de un ser querido: Una muerte muy dulce.

Octavio Paz se ha convertido en una figura de controversias. Polemista agudo, inteligente e implacable, Paz funcionó como el contrapunto de la izquierda mexicana en sus diferentes variantes: la marxista, la priísta, la sistémica, la cultural y la periodística. Por el sólo hecho de criticar a la izquierda en sus abusos autoritarios --del estalinismo soviético al priísmo mexicano--, Paz fue encasillado en el espacio indefinido de la derecha, a pesar de haber simpatizado con la izquierda, de haber creído siempre en el socialismo democrático, haber dado algunas luchas juntos y hasta haber encabezado en 1970 una comisión nacional para analizar la creación de un partido de izquierda. Pero Paz fue inflexible, severo y a veces intolerante con la izquierda marxista que tenía a la URSS comunista como el venero de sus comportamientos.

Ahora parece haber comenzado no la necesidad de revisar a Paz y sus ideas y colocarlas en el escenario de la transición democrática que siempre impulsó en sus ensayos, sino la del deslindamiento personal de referencias. Julio Scherer García trata de destruir la figura de Paz desde el rencor de un asunto tan menor como el hecho de que Paz salió del Excelsior de Scherer en 1976 y luego regreso a publicar algunos artículos de crítica política; por tanto, Scherer trata de ajustar cuentas con Paz a partir de su propio --el de Scherer-- resentimiento. Y Enrique Krauze, surgido del incipiente Grupo Monsiváis-Aguilar Camín e incorporado por mérito propio a Vuelta como el más cercano colaborador del poeta, ejerce el parricidio nada simbólico para contribuir, en el juego de escenarios de Scherer, a desmitificar la figura de Octavio Paz.

La amistad de Julio Scherer García y Octavio Paz fue profunda, pero marcada siempre por las exigencias del periodista a su concepto muy personal de lealtad: la sumisión. En un momento de falta de espacio y años más tarde de su renuncia a la embajada de México en la India, Paz aceptó en octubre de 1971 la oferta de Scherer, entonces director del periódico Excelsior, de editar una revista con la más absoluta libertad; el diario pagaría la edición y colaboradores y no tendría ninguna intervención en el contenido. La revista Plural cambió el escenario de las ideas políticas, el debate, la literatura y la poesía justo en el arranque de la etapa de crítica social al poder priísta. En 1976, a la expulsión de Scherer del diario, Paz también cerró el ciclo de Plural y abrió ese mismo año la revista Vuelta ya como proyecto propio.

A propósito de la aparición del libro Redentores de Enrique Krauze y en el contexto de una entrevista a Krauze realizada por el director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, Scherer ajusta cuentas personales con Paz por el viejo resentimiento de Excelsior: Paz no quiso publicar artículos en Proceso y prefirió el Excelsior dirigido por Regino Díaz Redondo, el que le arrebató el diario a Scherer. Por tanto, dejó un dolor en Scherer. En un recuento de Paz después de Excelsior, Scherer publicó en Proceso otro ajuste de cuentas: narró con lujo de detalles su último encuentro con Paz pero ya el poeta destruido, en silla de ruedas. El texto de Scherer rezuma satisfacción malsana al exhibir al premio nobel hecho un guiñapo.

Scherer tiene el derecho de publicar lo que le venga en gana; aunque pronto comenzarán a circular textos que desnudan al Scherer real, muy alejado del mito del “Zarco mexicano” que le endilgó el escritor Carlos Fuentes. Pero hay un dato sobre el resentimiento de Scherer con Díaz Redondo que Paz ignoró y que revela sobre todo el afán destructivo de Scherer y no algún interés periodístico en describir la agonía de Paz: el acuerdo secreto de Scherer con Díaz Redondo hacia 1982.

A lo largo de Proceso, Scherer exigió sumisión  a todos los cooperativistas de Excelsior que abandonaron el diario con él en julio de 1976; sin embargo, hacia 1981, Scherer negoció en secreto el pago de las deudas que tenía el periódico con él como cooperativista: el ajuste económico fue, entonces, millonario. Sin embargo, éticamente Scherer debió de haber cerrado entonces su resentimiento con Excelsior porque el diario lo liquidó en términos legales y con ello Scherer hubo de aceptar realmente el cierre de su ciclo con el periódico. Lo grave del asunto fue que Scherer nunca avisó a los demás cooperativistas y a ellos siempre les exigió mantener vivo su ruptura con el periódico.

Cuando Paz decidió colaborar con el Excelsior de Regino Díaz Redondo, Scherer ya había finiquitado su pleito laboral con el periódico. Por tanto, moralmente Scherer nada tenía que reclamarle a Paz. Sin embargo, nunca le perdonó esos textos; de ahí su resentimiento. El reclamo vigente en el rencor de Scherer contra Paz debe pasar, antes, por el tamiz del acuerdo secreto de Scherer al convertir el caso de censura periodística de Excelsior en 1976 en un asunto de liquidación laboral; al recibir su dinero, Scherer perdió tota la autoridad moral para seguir manteniendo vigente el caso Excelsior. Lo interesante es que hubo un par de reporteros de Proceso que le reclamaron a Scherer su acuerdo secreto con Díaz Redondo, pero el entonces director de la revista simplemente dijo que era su dinero. Eso sí, Scherer usa con frecuencia el caso Excelsior para enaltecer su propia figura periodística. Sin embargo, legalmente el caso Excelsior se cerró el día en que Scherer firmó su liquidación en el periódico y cobró su jugoso cheque.

Hoy en día Scherer le debe a la opinión pública la explicación de su acuerdo secreto con Díaz Redondo.

Con Krauze el asunto es más complejo y menos aprehensible. El historiador fue uno de los colaboradores más cercanos de Paz. Por tanto, hubo ahí una relación de afectos inevitables. De ahí que la entrevista de Krauze con Proceso la segunda semana de octubre y el contenido referente a Paz en el libro Redentores sea, al final de cuentas, un relato frío y objetivo de Paz. En realidad, Krauze realiza en ambas exposiciones un parricidio nada simbólico con la figura de Paz porque sin duda que la presencia del poeta le ha impedido a Krauze asumir su propio camino. Su revista Letras Libres es hija de Vuelta y el propio Krauze, al haber dado batallas entre los grupos intelectuales, quedó con una marca que hoy le estorba para figurar con valor propio.

Lo malo, sin embargo, es que los parricidios suelen ser rupturas dolorosas pero no transiciones intelectuales. Resultó muy lamentable la participación de Krauze en el ajuste de cuentas del Proceso de Scherer --vía la entrevista con su director Rafael Rodríguez Castañeda-- porque colaboró con el encasillamiento político de Paz, cuando el poeta siempre quiso llevar su rebeldía y disidencia crítica al terreno intelectual, de las ideas. En Proceso y Redentores aparece un Paz caricaturizable, irreconocible en la profundidad moral y de ideas de sus textos políticos. Hasta ahora nadie ha podido o ha querido, por ejemplo, estudiar lo que pudiera considerarse la teoría del Estado de Octavio Paz por su caracterización del Estado mexicano como un ogro filantrópico, salvo la excepción de Mario Vargas Llosa cuando definió al sistema político mexicano como la “dictadura perfecta” porque incluía en su seno a la crítica intelectual. Esta teoría del Estado de Paz encuentra relación con la teoría del Estado del ensayista marxista José Revueltas, quien afirmó que el Estado mexicano “es un Estado total y totalizador, no totalitario”, porque controla “la totalidad de las relaciones sociales”. Por cierto, Paz, Vargas Llosa y Revueltas hicieron la crítica al Estado mexicano en un mismo tiempo histórico y desde diferentes enfoques de teoría política del Estado.

Krauze pareció más interesando en Redentores en dar la imagen que quisiera ser final de Octavio Paz; y en la entrevista con Proceso cayó en el juego de las provocadoras preguntas envenenadas por el resentimiento de Julio Scherer García. Lo que quedó claro de la entrevista y los textos es que la figura de Paz necesita ser sacada de los estereotipos, resentimientos y parricidios simbólicos. La figura y el pensamiento político, filosófico e histórico de Octavio Paz llegaron mucho más lejos del límite circunstancial en que quieren encasillarlo.

Y el esfuerzo debe tomar otros casos. Por ejemplo, el del Carlos Monsiváis perdonavidas. Una entrevista de Scherer a Paz en diciembre de 1977 provocó el debate de Monsiváis con Paz; Monsiváis defendía a la izquierda y a Cuba y Paz criticaba al socialismo burocrático y dictatorial. Pero años después, en abril de 1999, Monsiváis publicó en la revista Letras Libres, de Krauze, un texto titulado “Octavio Paz y la izquierda”; Paz, por cierto, había fallecido un año antes, en abril de 1998. El texto de Monsiváis recogía su modelo analítico de 1977 pero reclamaba la colaboración de Paz con el gobierno de Carlos Salinas. Monsiváis dijo que el poeta debió de haber sido crítico con el modelo de Salinas que entregó el patrimonio nacional a un “selectísimo grupo de empresarios”. El texto de Monsiváis fue muy crítico con Salinas y, por derivación, contra Paz por su cercanía a Salinas.

Sin embargo, Monsiváis carecía de autoridad moral para esa postura. La razón: Monsiváis fue colaborador del gobierno de Carlos Salinas y, obviamente, del propio Carlos Salinas al participar como miembro formal del consejo consultivo del Programa Nacional de Solidaridad. Paz, hasta donde se tienen datos, nunca colaboró como funcionario del gobierno de Salinas; Monsiváis sí. De ahí la aberración moral de Monsiváis en 1999 de desdeñar a Paz por su cercanía a Salinas. Inclusive existen fotos de Monsiváis, acompañado de Elena Poniatowska, caminando con Carlos Salinas en los jardines de Los Pinos. Cuando le pregunté a Monsiváis por qué había colaborado con Salinas en el Pronasol, le contestó: “quería ver las cosas desde dentro”.

Cuando cayó el Muro de Berlín y la historia dio la razón a los intelectuales críticos del socialismo autoritario soviético, Monsiváis y otros encontraron la argumentación política e intelectual para negarle la razón a Paz. Y si en su polémica con Paz en 1977 Monsiváis defendió a capa y espada a Cuba de las críticas liberales y hasta derechistas, años después Monsiváis se convenció de que Cuba era un régimen represivo y que ese socialismo no se quería para México y América Latina; Monsiváis fue de esos intelectuales que tardíamente vieron el verdadero rostro dictatorial de Cuba, pero tampoco en ese momento hubo algún reconocimiento a los argumentos de Paz. De nueva cuenta se dio la mezquindad de Paz, Aguilar Camín y asociados con Paz.





II.- El tiempo político de Octavio Paz



Los estudios y análisis del pensamiento político de Octavio Paz no han encontrado alguna explicación racional a la militancia de izquierda del poeta en su juventud y luego, en la madurez, su postura crítica contra esa misma izquierda. Las referencias sólo tratan de resaltar un supuesto tránsito mecánico de la izquierda a la derecha en Paz. El asunto, no obstante, es más complejo. Sobre todo porque el marco metodológico de referencia es bastante parcial: izquierda-derecha; y lo peor es que los analistas no mencionan el marco teórico de sus referencias. A Monsiváis, por ejemplo, no analizan ideológicamente su tránsito de sus posiciones críticas al sistema priísta en los sesenta y luego su colaboracionismo con el priísmo de Carlos Salinas, tampoco su apoyo a Cuba y luego su crítica al castrismo. Ideológicamente, en el método de los críticos de Paz, Monsiváis habría pasado de la izquierda a la derecha.

A Paz hay que estudiarlo en el espacio de las ideas, no de las doctrinas; peor aún, han querido evaluarlo a través de casilleros, de ocurrencias o de recetas. Se lo dijo Monsiváis en la polémica de 1977 en Proceso; Paz es un hombre recetas”, escribió Monsiváis cuando Paz le dijo que era “un hombre de ocurrencias”. El marco teórico de análisis de Paz se reduce al esquematismo de izquierda-derecha, cuando en realidad la crítica de Paz fue filosófica --la libertad--, política --el ejercicio absolutista del poder-- e ideológica --la democracia--. Asimismo, Paz contribuyó al debate del papel de intelectual frente a la realidad; en ese espacio calificó, con precisión, la relación del intelectual con la política como una “pasión desdichada”. De hecho, la relación del intelectual con el poder desvió la atención del tema central a discutir: las ideas políticas.

El itinerario político de Paz fue plural: pasó de la militancia en la izquierda a propósito de la guerra civil española, al choque con el poder en 1968 a raíz del movimiento estudiantil que vio desde la India y su renuncia al cargo de embajador por la represión en Tlatelolco y derivó en su decisión de apartarse de cualquier cargo público para ejercer la crítica sin lastres. En Plural Paz abrió el primer frente de crítica contra el PRI y el sistema dominante, cuando los demás intelectuales criticaban al poder pero no su origen priísta. Es un buen contrapunto comparar la coherencia de Paz en materia política respecto al PRI a la adhesión de Carlos Fuentes al PRI de Luis Echeverría en 1971.Pero la parte más sólida de la crítica der Paz al sistema priísta ocurrió de 1970 con Posdata a 1985 con el breve ensayo que sacudió al priísmo a intelectuales asociados: Hora cumplida (1929-1985), donde establecía el desplazamiento del PRI del poder para dar paso a la democracia. Luego vendrían sus posicionamientos en tres temas centrales: las elecciones de 1988, el alzamiento zapatista de 1994 y las elecciones presidenciales de 1994.

En ese largo espacio de 1970 a 1998, habría cuando menos otras dos estaciones fundamentales: los textos y declaraciones de Paz sobre el papel de los intelectuales y su relación con el poder --debate que abrió en Plural-- y sus discursos sobre los Estados Unidos, Centroamérica y la televisión. De hecho, fueron los discursos de Paz loe que causaron más reacciones, sobre todo el de octubre de 1984 al recibir el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán, donde Paz criticó severamente a la revolución nicaragüense de los sandinistas que enfrentaría en noviembre elecciones presidenciales bajo el acoso del gobierno de Ronald Reagan y que le darían la victoria al Frente Sandinista; sin embargo, la presión de Washington pero también las contradicciones internas en el sandinismo llevaron a la derrota sandinista en las elecciones presidenciales de 1991. El discurso de octubre de 1984 provocó que grupos activistas radicales quemaran la esfinge de Paz frente a la embajada de los Estados Unidos en México.

El perfil conservador de Paz fue forjado en el debate público, pero sin atender a la profundidad de sus ideas. Y tuvo su primer antecedente en la entrevista de noviembre de 1977 de Scherer a Paz. En las preguntas Scherer partió de la caracterización de Paz como conservador y apoyador de dictadores como Pinochet. Paz fue duro en sus respuestas, negó la preferencia por los dictadores y probó que en Plural y Vuelta se había criticado a todos por igual. Sin embargo, la tarea de remontar enfoques unidireccionales fue imposible de cumplir. Paz se quedó con la etiqueta de anticomunista cuando el comunismo, el marxismo y la izquierda eran una coartada intelectual de los progresistas hasta la debacle de Cuba y la Unión Soviética.

El marco histórico es importante para entender estos posicionamientos. El punto de inflexión ocurrió en la primera mitad de los ochenta: México había pasado ya la crisis de 1976 y sobre todo el colapso de 1982; la sucesión presidencial --en términos hereditarios-- había registrado un quiebre político, ideológico y de élites. Agobiado por la crisis, López Portillo construyó una continuidad de proyecto modernizador: el grupo de Miguel de la Madrid, formado en universidades norteamericanas, había llegado sin compromisos con la vieja clase política, dejando en el camino al precandidato de esa élite: Javier García Paniagua. El propio López Portillo había sido candidato de la ruptura de la continuidad política, pues Echeverría lo prefirió por encima de Mario Moya Palencia, de la burocracia política institucional.

El relevo presidencial de 1982 se dio en ese cruce de coordenadas: la severa crisis económica que marcaba el agotamiento del modelo de economía de Estado y una tecnocracia habilidosa en el manejo de la argumentación neoliberal. En este escenario se dio una disputa ideológica entre el viejo modelo dominante del PRI hegemónico y el ascenso en las luchas del PAN como oposición, incluyendo los primeros indicios de lo que se daría en 1987: la división en el PRI entre los históricos cardenistas y la tecnocracia. El punto de definición ocurrió en 1979 con el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 como punto de partida de la redefinición del modelo de desarrollo asignado a la ideología de la Revolución Mexicana.

El país había entrado a una fase de debate interno a partir de 1973 por el populismo de Echeverría impulsado por el saldo social negativo del viejo modelo de desarrollo estabilizador. Luego vendría el tercermundismo aliado a los gobiernos progresistas y socialistas que polarizaron el acuerdo de consenso con los sectores conservadores. Y la crisis de 1976 y de 1982 reintrodujeron a los Estados Unidos en los acuerdos de dependencia. En este escenario, el debate político comenzó a abrirse y a romper su subordinación a la cultura política revolucionaria oficial. La reforma política de López Portillo en 1977 llevó al Partido Comunista Mexicano al Congreso en 1979 y con ello prendió en el país un debate fuera ya de los marcos de referencia del PRI.

Paz había marcado un debate con Posdata en 1970: su crítica al sistema político priísta, su señalamiento de que la ideología oficial había perdido eficacia, su insistencia en la estructura de dominación de los sectores --el control de la totalidad de las relaciones sociales que denunciaría Revueltas en 1976--, su acusación de que el modelo de desarrollo priísta era en el fondo un modelo de dominación y su insistencia --quizá por primera vez sin atender a los cánones oficiales-- en que México debería alcanzar la democracia real. En 1970 Paz exploraría, con Fuentes y Heberto Castillo, la posibilidad de crear un partido de izquierda, pero el recorrido nacional fracasó: Fuentes decidió sumarse al discurso de “apertura democrática” de Echeverría, Paz encontró que la política práctica no era su fuerte y Heberto prefirió crear su propio partido, el Mexicano de los Trabajadores.

Luego de Posdata, Paz publicó un pequeño ensayo en junio de 1985 en el número 103 de la revista Vuelta sobre el fin del PRI: Hora cumplida. Su tesis era obvia: el PRI, nacido en 1929, debía de terminar su ciclo en las elecciones intermedias de 1985. El presidente Miguel de la Madrid y su equipo de tecnócratas prácticamente habían abandonado las propuestas del PRI; inclusive, en 1983 y 1984 el gobierno había soltado los controles de manera experimental de las elecciones municipales en el norte del país y el PAN había saltado a ocupar esos espacios. El PRI había nacido para elecciones controladas y no para procesos democráticos, pero el país, con el PCM funcionando en un sistema de partidos sin dominio del Estado, estaba exigiendo espacios democráticos.

Lo interesante fue que los intelectuales liberales exigían la democracia real, occidental, de elecciones libres, mientras la izquierda se negaba a ello alegando las presiones estadunidenses. El año de 1985 fue el de mayor tensión: en febrero asesinaron al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y el gobierno de los EU había aumentado de manera inusitada todas las presiones sobre México, al grado de que a mediados del año, en el escenario de audiencias públicas del Senado estadunidense, varios funcionarios del gobierno de Reagan presionaron para que México refrendara su subordinación a Washington. Por esas fechas hubo en México una manifestación popular contra Estados Unidos y automáticamente de apoyo al gobierno de De la Madrid encabezada por la tradicional coalición izquierda universitaria-izquierda socialista institucional-izquierda priísta.

En este escenario aparecía el PRI, de nueva cuenta, como el factor de unidad nacional, bajo la figura del presidente de la república en turno. Y en este escenario se dio el ensayo de Paz pidiendo el fin del PRI y el ingreso de México en las democracias tradicionales occidentales. En el ensayo de Paz no aparece nada de este contexto; aunque ni falta hacía: la gran alianza progresista había ganado espacios alrededor del PRI, en el viejo esquema de dar la lucha desde dentro. Al frente de la marcha contra los EU aparecieron las figuras del PRI progresista, junto a la izquierda universitaria e intelectual aglutinada en la revista Nexos desde 1978.

La crisis política no terminó ahí. A finales de 1986 un grupo de dirigentes políticos se sumaron a la iniciativa de Cuauhtémoc Cárdenas de rescatar el discurso ideológico, político, social y programático de la Revolución Mexicana y el año siguiente nació el grupo de la Corriente Democrática del PRI para meterse en la nominación del candidato presidencial de Miguel de la Madrid. El PRI no abrió el juego y Cárdenas y seguidores tuvieron que salirse del partido; en 1987, Cárdenas organizó una alianza de varios de los partidos existentes entonces --casi todos conocidos como paraestatales por su dependencia del Estado-- y construyó el Frente Democrático Nacional que compitió por la presidencia de la república en julio de 1988, logró el 34% de votos en la contabilidad oficial y dejó la certeza de que se había cometido un fraude electoral. Eso sí, Cárdenas hizo tambalear al PRI. Los sectores intelectuales progresistas reconocieron a Cárdenas pero jugaron en el escenario del PRI.

El ensayo de Paz Hora Cumplida (1929-1985) había sido prohijado por ese escenario de agotamiento del impulso político del PRI, se habría de dividir en 1988 y perder su hegemonía. A ello se agregó el modelo de reforma del desarrollo que operó Carlos Salinas de Gortari en la orilla del fin histórico del campo comunista de la URSS, el tratado comercial con los Estados Unidos y el acotamiento del Estado en la intervención directa en el desarrollo y la economía. De hecho Paz no buscaba ese camino sino que planteaba la democracia. De todos modos, la reforma de Salinas le dejó a Paz la sensación de que las cosas iban a cambiar, que la internacionalización de México iba a romper el escudo ideológico y político del PRI en una economía cerrada y que la democracia finalmente iría abriéndose paso. Por eso Paz fue escéptico con la aparición del EZLN como guerrilla tipo cubana de los sesenta y por eso vio con buenos ojos el proyecto de Zedillo de no depender del PRI.

El tiempo histórico del Paz ensayista no fue proclive para el debate; la izquierda intelectual, académica y partidista resultó igual de dogmática que el PRI, además de que esa izquierda dependía de los hilos de poder del Estado priísta. Con el apoyo económico y político de Salinas, la revista Nexos se convirtió en el espacio ideológico de esa izquierda y sus múltiples estamentos. La izquierda priísta hubo de separarse del venero, no encontró espacios en Nexos y se quedó en el vacío político de su propia militancia por encima de las ideas: se autodisolvió. Así, el debate político, ideológico y de cultura quedó entre la izquierda aglutinada en Nexos de Héctor Aguilar Camín y Carlos Monsiváis y el sector liberal --que no derechista-- de Plural y Vuelta de Octavio Paz. En este escenario, Krauze no le disputó liderazgo a Paz sino hasta después de la muerte del poeta.

En este contexto, las ideas de Paz encontraron una polarización ideológica, cultural y de acomodamiento de grupos. El dispositivo crítico de Paz fue certero y profundo en la crítica, pero sin preocuparse en la propuesta de algún modelo político o de Estado determinado. El colapso de la Unión Soviética en 1989 le dio a Paz la razón histórica respecto a la perversión del marxismo en una ideología de la praxis dictatorial, de dominación de masas y de hegemonía mundial. En esos años la izquierda cultural e intelectual prefirió debatir las reformas y quedó a la espera de los reacomodos de poder dentro del PRI por la consolidación del estamento tecnocrático. El sistema priísta pasó del estatismo decadente hasta finales de los ochenta a un neoliberalismo económico privatizador que la propia izquierda cultural e intelectual se negó a discutir y menos a condenar. La crisis provocada por el EZLN sacudió la modorra intelectual pero la izquierda intelectual dejó a Monsiváis como el interlocutor directo del subcomandante Marcos y el EZLN, pero con su habilidad Monsiváis prefirió el rango de cronista al de promotor de alguna forma especial de Estado.

Paz murió en 1998 y no le tocó la alternancia partidista en la presidencia de la república.





III.- El pensamiento político de Octavio Paz.



A pesar de su dedicación completa a la poesía, Octavio Paz exhibió una sólida lectura de las ideas políticas. Si bien en sus ensayos citaba con precisión a teóricos de la ciencia política, no se extraviaba en la exhibición de preferencias por alguno de los autores. A lo largo y ancho de su producción ensayística, Paz escribió cuatro obras que pudieran resumir todo su pensamiento político: Posdata (1970),  El ogro filantrópico (1978), Hora Cumplida (1985) y Ante un presente incierto (1988). Ahí explayó Paz sus ideas sobre la historia, la crisis política, el cambio, el sistema político y la prospectiva de la democracia.

El dominio del lenguaje poético le permitió a Paz el ejercicio del ensayo a la manera de Montaigne: textos cortos, ideas de fondo, palabras precisas. Sus mejores textos no fueron los ensayos largos sino los breves, del tamaño de un artículo. Su forma de razonar era explicativa; sus ideas se exponían con la maestría del lenguaje. Paz desarrollo el modelo de las frases cortas, la maestría en el uso de las metáforas poéticas, las conclusiones aparecían siempre en oraciones del tamaño de un verso y después de dos puntos y seguido. De estilo didáctico, Paz utilizaba el texto para ir razonando y explicando procesos. Siempre hacía referencias a la historia. Y sus razonamientos fueron brillantes por el uso del lenguaje: la metáfora poética coronaba con precisión los razonamientos. Nadie como Paz para usar la poesía en razonamientos políticos.

En Posdata dio Paz una explicación histórica a la crisis del 68, el año de la protesta estudiantil mundial. Este ensayo, dividido en tres partes, tuvo como simiente dos textos específicos: una nota explicativa de la crisis estudiantil que envió a la Secretaría de Relaciones Exteriores y luego su carta de renuncia al cargo de embajador de México en la India. Los textos --publicados en la revista Vuelta 256 de marzo de 1998 --un mes antes de su muerte y ocho años después de haberse consagrado con el premio nobel de literatura 1990-- revelan en una apretada síntesis de unos cuántos párrafos la tesis de crisis del desarrollo, crisis demográfica, crisis política y crisis de partido que desarrollaría en Posdata, un ensayo que debe leerse como apostilla del Laberinto de la soledad de 1950. En Posdata explicó Paz los parecidos entre las dictaduras de la URSS y México.

En El ogro filantrópico, un ensayo de quince páginas de libro, Paz desarrolló su tesis de teoría del Estado: una institución dominante, aglutinadora de adhesiones y contradicciones y sustentada en el ejercicio patrimonialista del poder público. Con este análisis, Paz rompió con la argumentación histórica de la ideología oficial de que el Estado era la suma de los intereses de la sociedad y por tanto la cristalización de la voluntad total de la sociedad. Paz estableció, a su vez, la teoría del Estado como representante de una clase dominante, a partir, por cierto, de sus lecturas marxistas. El concepto de Estado patrimonial, poco estudiando en la ciencia política fue razonado por Paz para sentar las bases analíticas de lo que después sería considerado científicamente como Estado populista, una tesis política desarrollada por los trotskistas marxistas de la revolución permanente.

En Hora Cumplida (1929-1985), Paz delineó la necesidad del fin histórico del PRI para evitar su descomposición. En el texto Paz retomó la reforma política de 1978 y planteó la urgencia de otra más profunda, pero ya no del PRI hacia la sociedad vía el gobierno y el Estado priístas, sino hacia el interior del PRI. La tesis central de Paz establecía el hecho de que el PRI había logrado desmovilizar a la sociedad y le había quitado capacidad de iniciativa y renovación. El poder usado para el bienestar derivó en un poder por sí mismo, pasando por las expresiones democráticas de la sociedad --la movilización estudiantil y popular de 1968-- e incluso reprimiéndolas. La conclusión de Paz fue contundente: el PRI era un obstáculo para la democracia, y no había para México mejor camino para el bienestar que la democracia: el ejercicio del poder ciudadano.

Y en la serie de artículos sobre 1988 Paz aglutinó su perspectiva del México que nacía de la movilización y la protesta: la incertidumbre del corto plazo, pero con el reconocimiento al valor civil de la ciudadanía ejerciendo el poder a través del voto y eludiendo las rupturas violentas. El último texto, publicado el 11 de septiembre de 1988, dejó entrever la responsabilidad de la oposición y también el compromiso del candidato presidencial priísta Carlos Salinas de Gortari con el cambio. El resultado, al paso de los años, fue entre intrigante y decepcionante: México no tuvo las fuerzas sociales para empujar el cambio político que derivaría de las reformas económicas y productivas de Salinas. De ahí su escepticismo ante el levantamiento zapatista por una fuerza del pasado guerrillero cubano frente a la exigencia de una modernización democrática.

Desde el punto de la ciencia política, el pensamiento político de Paz tuvo referentes precisos en cuando menos tres temas:

1.- La teoría de la organización política. Paz no fue un politólogo sino un crítico político, un escritor político del tipo del siglo XIX: el uso del razonamiento para explicar presente y futuro. En su largo recuento titulado Itinerario, Paz estableció una lectura moderna de la teoría de las formas de gobierno que nació con Aristóteles: la organización política no se presenta en su forma pura; por ejemplo, añadió, México utilizaba las tres formas aristotélicas: monarquía, aristocracia y democracia, las tres entremezcladas a la hora de ejercer el poder.

En el marco teórico de los ensayos políticos de Octavio Paz hubo cuando menos cinco teorías fundamentales que orientaron sus razonamientos: la teoría de las formas de gobierno, las teorías sistémicas, la teoría de las élites y la clase política, la teoría de las ideas y la teoría del poder. En estas cinco se pudiera resumir el pensamiento político de Octavio Paz; al final, el poeta no sólo expresaba ideas sino un bagaje teórico, citaba a clásicos de la ciencia política y de las ideas políticas. Fue el primero, antes que Daniel Cosío Villegas, en enfocar el análisis racional del sistema político mexicano; y también se adelantó al enfoque jurídico-político-formalista de Jorge Carpizo Mac Gregor sobre la institución presidencial.

En materia de formas de gobierno, razonó el camino de la república democrática, con todos y sus beneficios e inconsistencias, en teoría sistémica desarrolló el enfoque teórico del PRI, de la institución presidencial y del patrimonialismo, en elitismo fue insistente en estudiar y analizar los comportamientos de las élites en su relación con las masas --sus lecturas de Ortega y Gasset--, en ideas criticó el marxismo utilizando a Marx y racionalizó el liberalismo como el ejercicio democrático de las ideas y los comportamientos sociales y analizó el ejercicio del poder en función de las tesis de Marx, Lenin y Max Weber y se adelantó a la tesis de Norberto Bobbio del poder legitimado no por el uso de la fuerza como monopolio --Weber y Gramsci-- sino en función del respeto a la democracia y al Estado de derecho.

2.- Los temas centrales. A lo largo de casi cincuenta años de producción ensayística, Paz tocó prácticamente todos los temas políticos, sociales y morales. Pero en materia política se pueden resumir en diez: democracia, cultura, Estado, desarrollo, partidos políticos, socialismo, sociedad, presidencialismo, modernidad y ciudadanía. En cada uno de ellos hubo teoría, autores, referencias cruzadas, propuestas de renovación teórica.

El tema central, si quisiera encontrarse el venero original, sería el del Estado. Para Paz el Estado pareció ser el principio de los problemas y de las soluciones; por ello su crítica mordaz al Estado socialista. A pesar de la insistencia de sus críticos, Paz no fue un anti estatista sino un crítico del Estado autoritario aún en los regímenes democráticos: la Francia de De Gaulle y el México de Díaz Ordaz ante las rebeliones estudiantiles y la respuesta negociadora y autocrítica del Estado indio bajo el gobierno de Indira Gandhi. La función del Estado en los textos de Paz no era la de ejercer la autoridad sino la de crear condiciones de expresiones democráticas de la ciudadanía, tanto electorales como políticas.

Su crítica al Estado era por su dominación hegemónica. Su texto El ogro filantrópico aún no ha sido analizado desde la óptica de la teoría del Estado. Paz enfocó la existencia del Estado desde el concepto acomodado de machina ex Deus, o la máquina surgida de Dios. Los hilos teóricos de Paz en materia de Estado surgieron de Hobbes o el Estado como el Leviatán mítico, Marx y Lenin. Para Paz el Estado era una máquina infernal, creadora de problemas. En su teoría del Estado mexicano Paz encontró tres pilares para su poderío: la burocracia gubernamental, los beneficiarios de las acciones del Estado o la burocracia nepotista del poder y la burocracia política del PRI. El análisis del Estado que hizo Paz descubrió el entramado de organizaciones, intereses y grupos de poder que dominan el Estado a través del partido y de la burocracia gubernamental, y a ellas agregó una nueva casta política dominante: la clase media y sus voceros, los estudiantes y los intelectuales. De ahí su insistencia en la independencia del intelectual frente al Estado, frente al Príncipe maquiavélico.

3.- Paz fue un gran lector de teóricos de la ciencia política, aunque no se quedó con ninguno: lo mismo Maquiavelo que Tocqueville, también Montesquieu y Marx. Fue un gran lector de Charles Fourier y su propuesta del nuevo mundo amoroso, una especie de socialismo romántico, sensorial. También agotó las lecturas de Marx y quedó deslumbrado con el pensamiento teórico del alemán; de ahí su convicción, en alguna etapa, del socialismo como destino histórico. Pero hubo de pasar a Marx por el tamiz polémico de Lenin y su conclusión fue obvia: el socialismo como estructura de poder deriva en dictadura.

A lo largo de su actividad intelectual, Paz fue acusado de formar parte del grupo de intelectuales caracterizados como derechistas por su crítica al socialismo soviético no sólo por la falta de libertad interna sino por la persecución de intelectuales. Después de su apoyo a la izquierda de la república española en la segunda mitad de los treinta, Paz rompió con el socialismo autoritario en 1955. Pero no lo hizo contra el socialismo como propuesta --en los setenta declaró que el socialismo “es la única salida racional para la crisis de Occidente”-- sino contra la represión autoritaria: la revelación hecha por el periodista y escritor David Rousset de los primeros campos de adoctrinamiento contra disidentes en la URSS; luego vendrían las revelaciones de Solzhenitsyn sobre el Gulag, y más tarde la lucha hoy olvidada del científico Sájarov, pasando por las presiones contra el escritor Boris Pasternak y a la obra literaria de Solzhenitsyn, los dos ganadores del premio nobel de literatura.

En todo caso, Paz logró interrelacionarse con escritores que defendían la libertad de la escritura frente al poder político, aunque algunos fueran activos anticomunistas. Sin embargo, el anticomunismo no era una enfermedad ni una negación de la libertad de pensamiento, sino que se trataba de escritores e intelectuales que razonaban la tentación represiva del socialismo en el poder. En 1970 Paz tomó partido en contra de las dos acciones de represión contra el escritor cubano Heberto Padilla, lo que le valió la acusación de anticomunista; Paz estaba, hay que reiterarlo, contra el socialismo autoritario, no contra el socialismo como destino social. Lo curioso fue que muchos de los miembros de la izquierda intelectual mexicana que maldijeron a Paz más tarde tuvieron que reconocer y criticar a Fidel Castro por la represión contra Padilla; uno de ellos fue el marxista hasta su muerte José Revueltas, quien había estado en Cuba haciendo trabajo comunitario pero después rompió con el autoritarismo castrista por Padilla. Por cierto, nadie le reconoció después a Paz la razón histórica de su crítica a los abusos autoritarios del socialismo estatista en el poder.





IV.- Paz más allá de Scherer y Krauze.



La revisión de Paz que hizo Krauze en su entrevista en Proceso y en su libro Redentores permite un regreso a la figura intelectual de Octavio Paz, una de las propuestas intelectuales más repudiada, más incomprendida pero también más rica del pensamiento político contemporáneo mexicano. Los cambios políticos en México --la derrota del PRI, la alternancia presidencial y el activismo de la ciudadanía-- obligan a una revisión crítica del pensamiento político de Octavio Paz, los grandes debates políticos de los años setenta y ochenta y la evolución obligada del sistema político priísta.

Por lo pronto, Paz está por encima de los rencores de Julio Scherer García y del parricidio simbólico de Enrique Krauze.



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